26 de junio de 2019
Foto: Ricardo Stuckert

Querido amigo,

Cada día me preocupa más lo que está pasando en nuestro Brasil. Las noticias que recibo son de más desempleo, crisis en escuelas y hospitales, la reducción e incluso el cierre de los programas que ayudan a la gente, el regreso del hambre. Sé que están entregando la riqueza del país a los extranjeros, destruyendo o privatizando lo que nuestra gente ha construido con tanto sacrificio. Traicionando la soberanía nacional.

Es difícil mantener la esperanza en una situación como esta, pero el brasileño no se rinde nunca, ¿verdad? No pierdo la fe en nuestra gente, lo que me ayuda a no vacilar en la prisión injusta en la que he estado durante más de un año. Debes recordar que el 7 de abril de 2018, cuando me despedí de mis compañeros en la ciudad de San Bernardo, yo dije que estaba cumpliendo la decisión del juez, pero seguro de que mi inocencia aún sería reconocida. Y que sería anulada la farsa montada para arrestarme sin que yo hubiera cometido algún delito. Todavía sigo creyendo en eso.

Todos los días me despierto pensando que estoy más cerca de la liberación, porque mi caso no tiene misterio. Basta con leer la evidencia que reunieron los abogados: que el departamento (triplex) nunca ha sido mío, ni de hecho ni de derecho; y que tampoco hubo dinero de contratos de la Petrobrás en la construcción o en la reforma del mismo. Estos son hechos que el mismo juez Sergio Moro reconoció cuando tuvo que responder a la apelación hecha por la defensa.

Basta con analizar el proceso con imparcialidad para observar que el juez Moro estaba decidido a condenarme, incluso antes de que él recibiera la denuncia del Ministerio Público. Moro mandó que la policía federal invadiera mi casa y me llevara a declarar por la fuerza, sin jamás haberme convocado para declarar libremente. Intervinieron mis teléfonos de mi esposa, de mis hijos e incluso de mis abogados, lo que es muy grave en una democracia. Moro dirigió los interrogatorios, como si él fuera mi acusador, y no permitió que la defensa hiciera preguntas durante dichos interrogatorios. Actuaba como un juez que estaba del lado de una de las partes, el lado de la acusación.

La denuncia en contra de mí fue tan falsa e inconsistente que, para condenarme, el juez Moro cambió las acusaciones formuladas por los fiscales. Me acusaron de haber recibido un departamento a cambio de un favor. Sin embargo, como no encontraron pruebas de que la propiedad fuera mía, Moro me condenó afirmando que dicho departamento me habría sido “asignado”. Me acusaron de haber realizado actos en beneficio de una empresa. Sin embargo, nunca hubo ni se encontró ningún acto de este tipo, luego, se me condenó por “actos indeterminados”. Esto no existe en la ley o en el marco del derecho, sino tan solo en la cabeza de quienes querían condenarme de todos modos.

Su parcialidad fue confirmada incluso por lo que hizo después de condenarme y arrestarme. En julio del año pasado, cuando un juez de Tribunal Regional Federal número 4 (TRF-4) ordenó mi liberación. En este momento, Moro interrumpió sus vacaciones para movilizar a otro juez, un amigo suyo, que anuló la decisión. En septiembre de 2018, Moro hizo todo lo posible para prohibirme conceder una entrevista. Yo me imaginaba que sería pura mezquindad, pero entendí la razón real de su acto cuando, a vísperas de la elección presidencial, él divulgó a los medios de comunicación un falso testimonio del ex-ministro Palocci. Dicho testimonio era tan falso que no le sirvió para incluirlo al proceso. Lo que Moro quería era dañar a nuestro candidato – Fernando Haddad, y ayudar al suyo – Bolsonaro.

Si alguien todavía tenía dudas sobre de qué lado había estado siempre el juez Moro y cuál era la razón que lo movía a perseguirme, la duda terminó cuando él aceptó la invitación para ser Ministro de Justicia de Bolsonaro. Y toda la verdad vino a la luz: fui acusado, juzgado y sentenciado sin pruebas para que no pudiera participar de las elecciones. Esa era la única manera de que su candidato se eligiera.

La Constitución y la ley determinan que un procedimiento es nulo cuando el juez no es imparcial e independiente. Cuando el juez tiene un interés personal o político en un caso, cuando tenga amistad o enemistad con la persona a juzgar, él debe declararse inhabilitado y excusarse de juzgar. Eso es lo que hacen los magistrados honestos, con carácter. Pero Moro, no. Él siempre se ha negado a declararse en impedimento para actuar en mi caso, a pesar de todas las pruebas existentes de que él era mi enemigo político.

Mis abogados han apelado ante el Supremo Tribunal Federal para que finalmente yo pueda tener un proceso y un juicio justos, lo que nunca tuve mientras mi caso estuvo en manos de Sergio Moro. Muchas personas poderosas, en Brasil e incluso en otros países, quieren impedir esta decisión (sobre el impedimento del juez Moro), o continuar postergándola. Lo que da lo mismo, para una persona que está injustamente encarcelada.

Algunos dicen que, al cancelar mi caso, se cancelarían todas las decisiones de la operación Lava Jato, lo cual es una gran mentira, porque en Justicia cada caso es un caso. También intentan confundir, afirmando que mi caso solo podría ser juzgado después de una investigación de los mensajes intercambiados entre Moro y los fiscales, que se han revelado en los últimos días. Resulta que nosotros dimos entrada con esta acción judicial en noviembre pasado, mucho antes de que los reporteros del sitio The Intercept dieran a conocer la noticia sobre dichos mensajes. Ya hemos proporcionado pruebas suficientes de que el juez es y ha sido tendencioso e imparcial.

Todo lo que espero, querido amigo, es que finalmente se haga justicia. Todo lo que quiero es tener derecho a un juicio imparcial por parte de un juez imparcial para poder probar con hechos que soy inocente de todo lo que se me ha acusado. Quiero ser juzgado dentro del proceso legal, basado en evidencia, no en convicciones. Quiero ser juzgado por las leyes de mi país, no por los titulares de los medios de comunicación.

La pregunta que me hago todos los días aquí donde estoy es: ¿por qué tanto miedo a la verdad? La respuesta a esta pregunta no es solo para mí, sino para todos los que esperan justicia.

Quiero despedirme con un “hasta pronto”, mi amigo. Hasta el día de la verdad liberadora.

Un fuerte abrazo de


Lula
Curitiba, 24 de junio de 2019.

Lea aquí la carta original.

Traducido por Cristina Gomes.