8 de abril de 2021
El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. Foto: Ricardo Stuckert

Hoy es el Día Mundial de la Salud más triste de la historia de Brasil, con el país como epicentro de la pandemia mundial de covid-19. Lo que yo más quería era que este fuera un día de celebración. Un día en el que cada brasileño y cada brasileña pudiera celebrar la conquista del derecho a la salud y, por tanto, a la vida.

No hay lo que celebrar cuando una pandemia sin control que ya mató a cuasi 3 millones de personas alrededor del mundo, 330 mil de ellas solamente en Brasil. Y sigue matando.

Infelizmente, nuestro país es hoy considerado una amenaza global por la circulación descontrolada del virus y el surgimiento de nuevas mutaciones. Es necesario que se diga que tal amenaza al planeta lleva un nombre y apellido: Jair Bolsonaro, un presidente de la República que sistemáticamente niega la ciencia y se burla del sufrimiento del pueblo que ha jurado defender.

Hoy en Brasil, profesionales de la salud tienen que luchar al mismo tiempo contra un virus mortal y contra la negligencia del gobierno que deja faltar de equipamientos de protección individual, como las mascarillas, hasta medicamentos para intubación y oxígeno.

Al mismo tiempo, los principales instrumentos de combate al virus – vacunación masiva, el distanciamiento social y el uso de mascarillas – son criminosamente boicoteados por el gobierno.

Por eso, hoy es también un día de luto. Día de compartir el dolor de millones de brasileños y brasileñas que perdieron madres, padres, hijos, hijas, amigos, amores. Día de volver nuestros corazones y nuestras oraciones para todas las personas que en este exacto momento luchan por la vida en las unidades de terapia intensiva o incluso en los pasillos de los hospitales abarrotados, porque no fueron vacunadas a tiempo.

Hoy más que nunca es día de renovar la lucha en defensa del Sistema Único de Salud, nuestro SUS, víctima de ataques criminales por parte de ese gobierno que, en plena pandemia, quiere sacarle nada menos que 35 mil millones de reales de su presupuesto para 2021.

Hoy es día de recordar que Brasil es el único país con más de 100 millones de habitantes que posee un sistema de salud público, gratuito y universal. Y que el SUS es fruto de la lucha del pueblo, de las movilizaciones intensas del movimiento sanitario brasileño, y es construido diariamente por sus millones de trabajadores.

Sin el SUS, sin sus profesionales de salud, sin los demás profesionales que dan soporte a la vida, como los equipos de limpieza, seguridad y transporte, sin el SAMU, sin las UPAS 24h, sin la Fiocruz, sin el Instituto Butantan, nuestra tragedia humanitaria tendría proporciones aún más devastadoras.

Hoy, Día Mundial de la Salud, es día de la lucha contra el genocidio. Contra el negacionismo de un gobierno que trata la mayor crisis sanitaria de nuestra historia como una “gripe blandita”, y que dice “¿Y qué?” para nuestros muertos.

Ese mismo gobierno que, aun en 2020, al inicio de la pandemia, dejó de contratar a hasta 700 millones de dosis de la vacuna que le han sido ofrecidas. Una irresponsabilidad criminal que ya costó y seguirá costando vidas y más vidas. Brasil tenía un Programa Nacional de Inmunizaciones reconocido en todo el mundo. En mi gobierno, hemos sido capaces de vacunar 80 millones de persona contra la gripe H1N1 en apenas tres meses.

Bolsonaro, por el contrario, ya en su primer año de gobierno, dejó de cumplir la meta de vacunación de nuestros niños por primera vez en este siglo. Y solo ahora, después de miles de brasileños muertos y de la intensa presión de gobernadores, alcaldes y de la sociedad en general, aceptó vacunar a nuestro pueblo, aun así, en una lentitud que cuesta 4 mil vidas cada día.

Bajo el actual gobierno, Brasil abandonó su histórico posicionamiento, junto a otros países emergentes, de luchar contra el monopolio de los productos esenciales a la garantía de vida.

En una decisión indefendible e irresponsable, el gobierno Bolsonaro se posicionó contra la quiebra de patentes de las vacunas, que contribuiría de forma significativa al enfrentamiento a la Covid-19.

En lugar de defender a los inmunizantes como un bien público para la humanidad, ese gobierno defiende la comercialización privada de las vacunas y su concentración en pocas empresas y países.

Si mantuviéramos nuestro posicionamiento histórico, más empresas públicas y privadas podrían contribuir con la cadena de producción de vacunas. Y como consecuencia, más personas estarían inmunizadas, miles de vidas serían salvadas y la recuperación económica estaría más cercana.

La salud no es un bien de lujo. La vida no es un producto superfluo, disponible apenas para quien puede pagar por ella.

Por eso, hoy es el día de reafirmar nuestro compromiso en defensa de la vida. En un país de 14,3 millones de desempleados y 19 millones de hambrientos, defender la vida es también garantizar apoyo financiero y seguridad a los pequeños y medianos empresarios, y pagar el auxilio de emergencia de 600 reales, que permita a las personas quedarse en casa, en lugar de aglomerarse en el transporte público abarrotado, hecho ganado de camino al matadero.

Hoy es día de decir alto y claro que todo ser humano tiene el derecho de vivir, de tener lo que comer, de tener un trabajo digno, de vivir en un mundo más justo.

Por eso, este Día Mundial de la Salud es también un día de lucha contra la codicia. Es inaceptable que el 76% de las vacunas aplicadas hasta ahora en el mundo estén concentradas en solo 10 países, mientras que millones de seres humanos mueren por todo el planeta.

Desde el inicio de la pandemia, la falta de solidaridad internacional y la ausencia de medidas fuertes y coordinadas de los gobiernos acentuaron la desigualdad.

He estado sugiriendo a los líderes mundiales la convocatoria de una reunión de emergencia del G-20, con el objetivo de encontrar mecanismos para que las vacunas estén al alcance de toda la humanidad.

En las dos batallas urgentes de nuestro tiempo, contra el hambre y contra la covid-19, el mundo necesita unión y urgencia.

Los gobernantes del mundo necesitan trabajar juntos para extender a todos las vacunas desarrolladas por los científicos. Las Naciones Unidas, el G-20, las instituciones multilaterales necesitan trabajar juntas contra el coronavirus. No hay salida individual posible para cada país.

No podemos considerar vivir en un mundo donde parte del planeta esté vacunada y parte abandonada y aislada para ser un campo libre para mutaciones del virus. El epicentro de la pandemia no puede ser ayer Europa, hoy Brasil, mañana África, con nuevas variantes reiniciando el ciclo de muerte y tristeza por el mundo.

Iglesias, sindicatos, partidos políticos, movimientos sociales deben mirar más allá de sus fronteras al hecho de que compartimos un planeta común, somos la misma especie y hoy enfrentamos la misma amenaza.

Si físicamente nunca necesitamos estar tan aislados, en ese Día Mundial de la Salud quiero recordar que nunca necesitamos estar, en la política y en la solidaridad, tan juntos como hoy, para superar el desafío de la covid-19, y para que toda la humanidad tenga derecho a la salud y a una vida plena.

Luiz Inácio Lula da Silva
7 de abril de 2021, São Bernardo do Campo